viernes, 7 de marzo de 2014

Volkswagen Golf Bluemotion, lógica azul





Durante un par de días pude disfrutar de la conducción de un Golf TDI de la gama Bluemotion y cambio automático DSG. Dejando a un lado mi coche con sus cambio manual de seis velocidades (diésel también) y su embrague con sus siete años (y un buen promedio de kilómetros), me dediqué a comprobar de primera mano esta edición tan... racional del Golf.
Si en algo se ha ido convirtiendo el representante del segmento C de la marca alemana es en un ejemplo de razón. Un acabado ejemplar, formas prácticas, espacioso, adornos los justos... salvo las versiones GTi para arriba, y no tienen grandes diferencias de diseño, el Golf es un coche para el día a día.

En ese pináculo de la lógica encontramos la versión bluemotion. Cómodas llantas de 15" para hacer los baches imperceptibles, una suspensión que oscila ligera sobre un, eso sí, muy buen reglado chasis, una entrega de potencia continua con un consumo más que contenido y, sobretodo, un buen media center para que nuestro tránsito por la autovía roce la clase "business"acompañado del plácido ronroneo de un motor regido por el sobresaliente cambio automático DSG del grupo VAG.

Si eres ese hombre tranquilo que busca llegar a los lugares sin arrugarse la camisa, es tu coche. Pero en el momento en el que entres en una carretera de montaña, amigo, cualquier instinto que tengas de poner el cambio en modo secuencial y exprimir ese motor TDi se va a esfumar en cuanto entres fuerte a la primer curva. Has ido tan tranquilo, tan suave hasta allí... que te has olvidado de que apenas tienes tacto en el coche. Sabes que vas recto o que giras por cómo pasan los árboles a tu alrededor, pero podrían subirte a esa montaña en teleférico y tendrías la misma satisfacción.

Pero no nos equivoquemos, el coche corre, acelera, y la aguja del cuentarrevoluciones sube enérgica cuando le demandas al cambio que exprima los 130 CV bajo el capó sin que apenas notes la inercia.

Tus pasajeros llegan como nuevos. Cómodos y descansados sin importar los kilómetros... Sólo hay un problema, cuando has llegado arriba, no te has arrugado la camisa. Y con razón.

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