lunes, 26 de mayo de 2014

Mini 2014: Nuevo corazón


Si preguntas sobre el Mini a conocidos y amigos, lo más normal es que te encuentres una gran disparidad de opiniones, pero por lo general, fácilmente agrupables en dos: Les encanta o les parece un coche "pijo"

El viernes pasado os traíamos la noticia de la actualización que Citroën va a aplicar al DS3 y que, por las fotos oficiales, los retoques le han sentado muy bien para mantener este modelo en la lucha por el pequeño urbano customizable. Pero en el caso de Mini, BMW no se ha limitado a retocar este pequeño gran éxito de ventas, sino que tocaba un cambio de generación.

Hace unos años tuve la ocasión de conducir uno de hace dos generaciones y, pese a que siempre me ha parecido un coche estéticamente agraciado, su conducción no me entusiasmó demasiado. Lo notaba pesado e incluso algo perezoso. Claro, que dos generaciones hoy en día es mucho, y de ese Mini al que nos trae la marca bávara que reinventó este clásico, queda cierta similitud en la forma de la parrilla y... nada más.


Nuevo clásico

El ojo poco entrenado o bien conocedor de este coche, no notará la diferencia si no pones un modelo del año anterior al lado del actual, pues las líneas básicas siguen ahí. Sin embargo nos encontramos con un coche ligeramente más grande, sobretodo en su anchura de eje, cosa que agradeceremos al volante.
El morro se ha afilado, mejorando el coeficiente aerodinámico, y ahora los faros son más grandes con lo último en iluminación led. Resultan curiosas las luces diurnas con forma de arco, pues parece que el coche nos sonríe (digno de un sticker del Line)

La versión más alta de gama, la Cooper S, sigue mostrando una parrilla agresiva, con las características tomas de aire para refrigerar los frenos en el faldón delantero. Muy necesarias, pues cuando el vehículo coge grandes velocidades, las pinzas reducen su distancia al disco para mejorar el tiempo de respuesta, pero evidentemente, sacrificando ventilación. De ahí esta solución que además le imprime carácter.

Interior


Poniendo las manos sobre el volante se nota una gran mejoría en el apoyo lumbar (en el antiguo Mini no recomiendo viajes demasiado largos), y un buen tacto tanto en el volante como en la caja de cambios. La postura es muy regulable, y si buscas una conducción alegre, rápidamente encuentras una postura cómoda.
Los materiales mejoran y los relojes de velocidad se trasladan detrás del volante. Esta decisión es de las más acertadas, pues el velocímetro central es muy incómodo, sobretodo si estás tratando de hacer una carretera de montaña. Apartar tu vista del parabrisas entre curva y curva para mirar el pilar central nunca me pareció sano.
Por suerte ahora el centro se reserva a la interacción multimedia con toda serie de recursos, si te decides a gastarte el dinero en extras, tales como mapas, música, reconocimiento de voz, cámara de aparcamiento trasera, cámara delantera con aviso de señales, peatones y distancia de seguridad... todo tecnología. Incluso los Mini se pueden "hablar" entre ellos para crear una red y saber donde hay aparcamiento o el estado del tráfico.

Por último, puedes cambiar el color de la iluminación al que más te guste pulsando un simple botón. Así que puedes sentirte en una nave espacial, en la salita de tu abuela o crear ambiente para tu pareja... son de esos momentos en los que piensas hasta donde se quiere llegar con al customización. ¿Qué color me pongo hoy? No lo se... me siento "super-verde" ("El Quinto elemento" - Luc Besson - 1997)

Corazón

Llegamos a mi parte preferida. Cuando me explicaron amablemente la gente del Mini On Tour las motorizaciones, me llamó la atención que fueran motores tricilíndricos a excepción del Cooper S que usa cuatro.

Antes te anunciaban si un coche tenía seis cilindros, si eran en V, las válvulas... pero los downsizing de los motores hacen que mi Renault Megane II DCI parezca un muscle car al lado.

Enarcas una ceja con cierto escepticismo. Sabes que la cilindrada del motor no ha de ser sinónimo de aburrimiento, pues aún recuerdo cómo me divertí con un Fiat 500 de apenas 70 CV por las carreteras de la montaña palentina, pero el Mini Cooper de 3 cilindros que iba a probar atestiguaba 135 CV...

... y una vez al volante se te olvidan los detalles técnicos. Olvidándome del cambio automático y optando por el modo secuencial en cuanto le cogí un poco de mano, el coche se muestra rabioso y rápido. Tiene nervio y pese a sus 1200 Kg, el más pesado de los urbanos, se mueve con aplomo en las curvas y agilidad en cuanto le aprietas el acelerador. El coche te da confianza muy rápido por el agarre que luce gracias a un chasis y amortiguación más que probada.
Tras dos curvas te olvidas de que apenas hay gasolina fluyendo a los inyectores y, con un buen juego con el cambio de marchas, rápido y preciso, sales con velocidad desde parado sin tener que recurrir a hundir el pie para darle gas.
La única pega es que, al ser una prueba por ciudad, no tienes tiempo de cogerle bien el tacto y comprobar hasta dónde puede llegar esta pequeña criatura. Tal vez tengamos más suerte y la próxima vez podamos probarlo en carretera.

Conclusión

Como decía al principio, el Mini es uno de esos coches que levantan pasiones y que no dejan indiferente. Lo odias o lo amas.

Siempre le ha penalizado mucho el sambenito de ser un coche de "Barbie" y hace dos años, cuando me puse a los mandos de un Audi A1, encontré una mejor respuesta a lo que esperaba de un pequeño devorador de kilómetros de montaña. Más impersonal, pero con una mecánica brillante.

Pero la propuesta germana de origen inglés se ha vuelto a alzar con una opción más atrevida, pero sin perder su identidad.

Personalmente, nunca he odiado este coche, era de los pocos a los que dejaba algo indiferente porque aún le faltaba algo, además de una línea bonita, para enamorarme. Con esta nueva generación aún es pronto para aseverar si acabará por conquistarme pero, por ahora, si que me ha hecho girarme cuando lo veo pasar por la calle.

Y lo que está por venir.









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